9 de julio de 2011

Una interesante historia para el año 2011.

Visto los tiempos que corremos, no está de más hacer un inciso para recordar un poco de historia. Un interesante relato que nos muestra acontecimientos que como mínimo deberían de provocarnos ciertas reflexiones.

Hablamos de Egipto, del Canal de Suez, de un momento en que la economía del país era muy próspera, de la aplicación de determinadas políticas públicas (planificadas/inducidas o por elección propia, elijan ustedes), de la sostenibilidad en el tiempo de esas políticas, y de un resultado final que deberán descubrir ustedes adentrándose en la descripción de los hechos: 

“Existía un evidente interés estratégico por parte de Italia, de Francia y de Gran Bretaña para controlar la costa norte de África. Egipto era la encrucijada de los caminos que llevaban de Asia a África y de Europa al océano Índico. La apertura del Canal de Suez hizo crecer considerablemente su papel mundial.
 
El Jedive de Egipto, Ismael, aprovechó las facilidades que le ofrecían los créditos bancarios para emprender gastos considerables, tanto de infraestructuras ( ferrocarriles y canales de riego ) como suntuarios. 

Dio impulso a la vida económica y triplicó en una decena de años los intercambios con el extranjero, pero contrajo a cambio en los bancos europeos una deuda abrumadora y se vio obligado a lanzar empréstitos a corto plazo. 

Se preveía una catástrofe financiera. Los acreedores europeos estaban protegidos por el régimen de las Capitulaciones, y los estados europeos estaban pensando en utilizar su influencia financiera para utilizar el canal.
 
Las potencias coloniales europeas interesadas en la zona tenían fuerzas muy diferentes. Italia tenía muchos colonos pero no recursos financieros. El canal se abrió en 1869 y Gran Bretaña intentó desde el primer momento reparar el error cometido por sus propios capitalistas que dejaron en manos financieras francesas esta obra estratégica. Intentaba obtener una parte de la administración del canal para conseguir reducir las tarifas de tránsito, puesto que eran barcos británicos los que mayoritariamente utilizaban el canal en su camino a la India y al Índico. 
 
A medida que la situación financiera del gobierno egipcio del Jedive se complicara, irían realizando en pocos años esa imposición. En 1875 ya no pudo pagar la deuda, quedando como único activo las acciones de la Compañía del Canal de Suez que poseía personalmente. 

El gobierno inglés hizo saber al Jedive que sería mal visto por ellos la cesión de su paquete inversor al gobierno francés. Finalmente, al precio de 4 millones de libras el gobierno británico se hizo con 1/3 de las acciones de modo cautelar ( durante 19 años ) pagando así los intereses adeudados por el Jedive a los inversores franceses, y con ello se introducía en la gestión del canal, quedando el resto en manos francesas.
 
En 1876 de nuevo tuvo el Jedive problemas financieros y suspendió el pago de los atrasos de la deuda egipcia. 

El gobierno francés en nombre de sus ciudadanos y empresas reclamó la administración de las finanzas egipcias. El gobierno inglés intervino para solicitar que fuera ejercido conjuntamente por Gran Bretaña y Francia. 

Ambos nombraron un Ministro de Finanzas británico y otro francés como Ministro de Trabajos Públicos. De hecho se creaba un régimen de condominio franco-inglés, en el que Gran Bretaña ocupaba una situación preponderante.
 
Los recortes de gastos impuestos para asegurar el pago de la deuda crearon tal malestar social que ambas potencias obligaron a dimitir a Ismael el Jedive y a situar en su lugar a su hijo, más dócil. “
 
Egipto había tocado fondo. Gran Bretaña se había hecho finalmente con el control del país y de lo que más le interesaba, el canal.


En manos del lector queda extraer la moraleja de tan interesante sucesión de acontecimientos.